Por JAVIER FRANCO
Situado en el municipio cántabro de Vega de Liébana, enmarcado en un espectacular paisaje arbolado donde confluyen los arroyos de Valtiero y San Andrés está ubicada la pequeña aldea de Ledantes. La unión de estos dos arroyos da forma a un cauce fluvial llamado «Arroyo las Viñas”. A parte de la bella arquitectura popular y el magnífico entorno natural, este pequeño arroyo suministraba la fuerza motriz para poner en marcha uno de los ingenios hidráulicos más importantes en los siglos pasados: «La Pisa de Ledantes».
Se trata posiblemente, junto con la de Aniezo, de una de las dos últimas pisas o batanes que quedan en Cantabria lo que la convierte en un elemento de gran valor etnográfico.
El agua entraba a través de un canal y movía la rueda hidráulica que a su vez estaba unida a un eje o árbol provisto en su centro de dos piezas de madera llamadas levas. Estas al estar dispuestas a noventa grados subían alternativamente dos mazos de madera que eran los encargados de golpear la ropa. La tela se colocaba remojada en agua, para evitar que el golpeteo la calentara y la deteriorara. La operación duraba uno o dos días, cambiando de posición la ropa durante la mañana, la tarde y la noche. Después solo restaba dejarla secar.
Desde la edad media la función de este artilugio era la de golpear, desengrasar y encurtir las telas que tan toscamente se tejían en los telares de forma que se obtenía un paño tupido y resistente.
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